2011 - El
gaucho ¿El Ser Nacional?
Por
Carlos Vazquez
En este trabajo hablaremos
sobre la construcción de la figura del Gaucho como estrategia política. De cómo
esta problemática tiene finalmente relación con la creación del mito del ser
nacional y recomponer lo que esto significo en el campo de disputa por la
construcción de la nacionalidad Argentina.
La figura del gaucho en realidad es una construcción
mítica, que se ubica dentro de una marco de civilización y barbarie desde la
mirada política requerida por la elite
que dominan un periodo de tiempo, a fin de justificar y crear identidades de acuerdo a sus necesidades.
Primero hablaremos de una figura del gaucho trágica y luego enaltecida que
contiene problemáticas con los valores de Ser Argentino, cuyo relato actual
está relacionado con lo campestre, como peón y hombre de campo.
Sarmiento escribe Facundo en
el año 1845, representando un momento y pensamientos socio políticas
específicos en el desarrollo de la nación, relacionando el planteo alrededor de
la matriz Civilización y Barbarie con diferentes miradas y posiciones al igual
que Lugones, incluyendo al gaucho como figura central.
Facundo, está escrita desde el exilio, (Sarmiento, 1999:
4) “A fines del año
1840, salía yo de mi patria, desterrado por lástima, estropeado, lleno de
cardenales, puntazos y golpes recibidos el día anterior en una de esas
bacanales sangrientas de soldadesca y mazorqueros”.
En el ámbito de la
barbarie, representada por Rosas, según el autor se interrumpe la civilización
encabezada por los unitarios. Recordamos que los caudillos, cuya organización
estaba formada por gauchos habían desplazado al gobierno unitario y
simultáneamente el proyecto político de civilización y el progreso que tenia a
Europa como modelo y con este quiebre se estancaba. “Facundo,
provinciano, bárbaro, valiente, audaz, fue reemplazado por Rosas, hijo de la
culta Buenos Aires, sin serlo él; por Rosas, falso, corazón helado, espíritu
calculador, que hace el mal sin pasión, y organiza lentamente el despotismo con
toda la inteligencia de un Maquiavelo. Tirano sin rival hoy en la tierra”… “Un
día vendrá, al fin, que lo resuelvan; y la Esfinge Argentina ,
mitad mujer, por lo cobarde, mitad tigre, por lo sanguinario, morirá a sus
plantas, dando a la Tebas
del Plata el rango elevado que le toca entre las naciones del Nuevo Mundo”.
(Sarmiento, 1999: 6-7)
Sarmiento reconoce al gaucho en Facundo como
un personaje rural y salvaje de la
Argentina de aquel momento con un concepto muy negativo,
podemos decir, la tragedia del gaucho como clase. Lo americano se evidencia en
el interior que tiene su condicionamiento sobre este sujeto, moldeándolo en su
forma de ser que son inevitables en su forma de vida. Caracteriza este modo de
ser como el lugar de lo natural, de vida salvaje y bárbaro donde la sociedad no
existe y todo tiene una organización al estilo feudal, comparándolo con Rosas.
"A falta de todos los medios civilización y de
progreso, que no pueden desenvolverse sino a condición de que los hombres estén
reunidos en sociedades numerosas, ved la educación del hombre en el campo. Las
mujeres guardan la casa, preparan la comida, trasquilan las ovejas, ordeñan las
vacas, fabrican los quesos y tejen las groseras telas de que se visten; todas
las ocupaciones domésticas, todas las industrias caseras las ejerce la mujer:
sobre ella pesa casi todo el trabajo, y gracias si algunos hombres se dedican a
cultivar un poco de maíz para el alimento de la familia, pues el pan es
inusitado como manutención ordinaria. Los niños ejercitan sus fuerzas y se
adiestran por placer en el manejo del lazo y de las boleadoras, con que
molestan y persiguen sin descanso a las terneras y cabras; cuando ya son
fuertes, recorren los campos cayéndose y levantándose, rodando a designio de
las vizcacheras, salvando precipicios y adiestrándose en el manejo del caballo;
cuando la pubertad asoma, se consagran a domar potros salvajes, y la muerte es
el castigo menor que les aguarda si en un momento les faltan las fuerzas o el
coraje. Con la juventud primera viene la completa independencia y la desocupación.
Aquí principia la vida pública,
diré, del gaucho, pues que su educación está ya terminada. Es preciso ver a
estos españoles, por el idioma únicamente y por las confusas nociones
religiosas que conservan, para saber apreciar los caracteres indómitos y
altivos que nacen de esta lucha del hombre aislado con la naturaleza salvaje,
del racional con el bruto; es preciso ver estas caras cerradas de barba, estos
semblantes graves y serios como los de los árabes asiáticos, para juzgar del
compasivo desdén que les inspira la vista del hombre sedentario de las
ciudades, que puede haber leído muchos libros, pero que no sabe aterrar con un
toro bravío y darle muerte, que no sabrá proveerse de caballo a campo abierto,
a pie y sin el auxilio de nadie; que nunca ha parado un tigre, recibídolo con
el puñal en la mano y el poncho envuelto en la otra para metérselo en la boca
mientras le traspasa el corazón y lo deja tendido a sus piés. Este hábito de
triunfar de las resistencias, de mostrarse siempre superior a la naturaleza, de
desafiarla y vencerla, desenvuelve prodigiosamente el sentimiento de la
importancia individual y de la superioridad" (Sarmiento, 1999: 34-35)
Para Sarmiento, en
Europa la cultura civilizadora ha superado lo natural, que libera al hombre y
Buenos Aires recoge dicha influencia. “La ciudad es el centro de la civilización
argentina, española, europea; allí están los talleres de las artes, las tiendas
del comercio, las escuelas y colegios, los juzgados, todo lo que caracteriza,
en fin, a los pueblos cultos”.
(Sarmiento, 1999: 29 – 30)
Pero lo que plantea
Sarmiento en esta realidad social y política ha sido desbordada por las fuerzas
que están contenidas en la naturaleza haciendo imposible la institucionalización,
el orden cultural y social en la
Argentina. “La vida del campo, pues, ha desenvuelto en
el gaucho las facultades físicas, sin ninguna de las de la inteligencia. Su
carácter moral se resiente de su hábito de triunfar de los obstáculos y del poder
de la naturaleza: es fuerte, altivo, enérgico. Sin ninguna instrucción, sin
necesitarla tampoco, sin medios de subsistencia, como sin necesidades, es feliz
en medio de la pobreza y de sus privaciones, que no son tales para el que nunca
conoció mayores goces, ni extendió más altos sus deseos. De manera que si esta
disolución de la sociedad radica hondamente la barbarie, por la imposibilidad y
la inutilidad de la educación moral e intelectual…” (Sarmiento,
1999: 36)
Otro punto se refiere
a lo racial donde el gaucho se encuentra entre dos razas, la española y la
indígena y que se caracteriza por su amor al ocio y su inutilidad al progreso
industrial y de personalidad nómade. Así caracteriza al gaucho como un
americano bárbaro y atrasado. “Por lo demás, de la fusión de estas tres familias ha resultado un todo
homogéneo, que se distingue por su amor a la ociosidad e incapacidad
industrial, cuando la educación y las exigencias de una posición social no
vienen a ponerle espuela y sacarla de su paso habitual. Mucho debe haber
contribuido a producir este resultado desgraciado la incorporación de indígenas
que hizo la colonización” (Sarmiento, 1999; p.
28)
En contrapartida de
un hombre civilizado que con su educación y trabajo tiene asegurado el
progreso, mientras que el gaucho no tiene ambiciones y vive con lo justo. “El hombre de la ciudad viste el traje europeo, vive de la vida
civilizada, tal como la conocemos en todas partes: allí están las leyes, las
ideas de progreso, los medios de instrucción, alguna organización municipal, el
gobierno regular, etc.” (Sarmiento, 1999; p. 30)
El gaucho no se adapta a la
ley como el hombre civilizado por que ha crecido en estado de naturaleza, no le
interesa ni siquiera leer, puesto que su saber tradicional y rudimentario le alcanza
para vivir en su medio natural.
Describe y clasifica
distintos tipos de gaucho, para concentrar todas esas formas de barbarie, para
el autor, en la figura de Rosas a quien apunta como personaje político que
despedaza a la Argentina.
“Aún podría añadir a estos tipos
originales muchos otros igualmente curiosos, igualmente locales, si tuviesen,
como los anteriores, la peculiaridad de revelar las costumbres nacionales, sin
lo cual es imposible comprender nuestros personajes políticos, ni el carácter
primordial y americano de la sangrienta lucha que despedaza a la República Argentina.
Andando esta historia, el lector va a descubrir por sí solo dónde se encuentra
el rastreador, el baqueano, el gaucho malo o el
cantor. Verá en los caudillos
cuyos nombres han traspasado las fronteras argentinas, y aun en aquellos que
llenan el mundo con el horror de su nombre, el reflejo vivo de la situación
interior del país, sus costumbres y su organización” (Sarmiento, 1999; cap. 2)
Sarmiento tiene una visión
negativa del gaucho que tiene siempre un tirano que los impulsa refiriéndose a
la figura de Rosas que puede cambiar y ser civilizado si es que se desprende de
este despotismo. Civilización que si reemplaza a Rosas podría volver al gaucho
un ser humano, que habita también en la figura del dictador. Podemos afirmar
que el objetivo principal de Sarmiento fue contrarrestar al Rosas desde sus
orígenes y Facundo fue el texto que empezó a condenar al gaucho como clase que
hasta ese entonces era un hombre de changas y de estancias.
La dicotomía entre
civilización y barbarie que e cuenta en Facundo, muestra una América latina
imposible de progresar y el gaucho era el principal protagonista de esta
situación.
Lugones
en busca de la unificación del país.
A casi 50 años después de este problema sociológico, volvemos a
encontrar un nuevo momento en donde la barbarie se apodera de la civilización
que reinaba en Buenos Aires. Ahora la barbarie no procedía del interior sino
era externo. Estas grandes migraciones tenía una población muy distinta a la
esperada por los iluministas que buscaban encontrar en el extranjero europeo
encontrar el progreso provocando un rechazo hacia estos migrantes siendo
considerados la clase más baja sinónimo de barbarie que llegaba desde afuera.
Esto tiene sus repercusiones en varios ámbitos como en lo social y literario,
a partir de las reivindicaciones del gaucho como el único origen del ser
nacional y pasa a ser considerado como el súper hombre argentino. También el
ámbito académico está preocupado por conservar la pureza de la lengua española
frente a los recién llegados que tiene deferentes tonos.
Desde lo político se sancionan leyes como el de residencia y defensa
social que permitirá manejar a tos nuevos barbaros.
Es en este momento donde Lugones presenta una nueva forma de pensar lo
gauchesco y encuentra en el Martin Fierro de Hernández el poema épico nacional
y al mito fundante de los criollos relatado en el origen del ser nacional en la
figura del gaucho viril, con valores, la figura del gaucho bueno, para fundar
el mito del ser nacional, equivalente al cantar del Mío Cid o la saga Hercúlea.
(Lugones, 1916; cap. 1 y 10)
Para lograr esto, Lugones toma el gaucho de sarmiento, como mezcla de
indio y español, con mayor preponderancia del último, cambiándole todas las
connotaciones de bárbaro, de atraso y salvajismo que se presentaban como un obstáculo
para el progreso.
Para Lugones, el gaucho es el héroe y civilizador de la pampa, esta
reubicado al otro lado de la matriz de civilización y barbarie, considerado
antecedente inevitable para la civilización en Argentina. Para este autor, la
civilización es una marcha hacia el bien esta junto al gaucho, ya que es el
heredero español de héroes y trovadores que se manifiesta en el payador.
(Lugones, 1916; cap. 2)
Por el contrario el migrante está plagado de ideologías
cuestionadoras, considerando al gaucho como héroe, viril y muy superior a los
recién llegados por sus dones de valentía y la compasión junto a sus saberes
propios oponiéndose al gaucho de Sarmiento en Facundo como atrasado y bárbaro, ahora los inmigrantes eran la barbarie.
Para Lugones, el ambiente del campo “contenía en potencia al argentino de hoy”.
Lugones advierte en el gaucho el factor civilizante que se da en la
antesala de la conversión del país en estado, en clara oposición al indio que
hereda al gaucho el ocio y la naturaleza nómada que lo volvían incompatible con
el proyecto agroexportador de la oligarquía de aquel entonces, condenado desde
entonces a ser el hombre agrario con tareas rurales.
El gaucho de Lugones se convierte en ejemplo de sumisión y obediencia
como elemento clave del ser nacional ante los inmigrantes que tienen muchos
cuestionamientos sociales y políticos hacia la patronal junto a la rebelión de
los indígenas que serán los nuevos estigmatizados por la clase dominante. El
gaucho se ha convertido naturalmente, como lo dice Lugones, al expulsar de si
mismo las características problemáticas para adaptarse a la civilización. (Lugones,
1916; cap3)
El indio y los migrantes serán caracterizados como inestables que
aquejan a todo el país todo lo contrario del gaucho como ser nacional. Aquí es
obvio la intención de las clases dominantes de proponer la civilización a la
que el país debe adaptarse disfrazada de este ser nacional o su futuro será la
del indio.
La operación discursiva de Lugones tiene dos momentos, un ciclo de
conferencias que ofrece en el Teatro Odeón y que tiene como publico a toda la
oligarquía Argentina y luego una serie de publicaciones en distintos diarios.
Donde se presenta este gaucho reinventado, un gaucho modelo de nacionalidad.
Este gaucho como lo hemos descripto en bueno y obediente al patrón, a
la ley y el orden. Para esto Lugones emparenta al gaucho con la tradición
clásica griega y también una forma de leer la obra de Hernández y así entender
como a partir del Payador de Lugones los Argentinos somos como somos y también
el nacimiento del gran mito argentino del gaucho como arquetipo de nuestra
nacionalidad.
Entonces la problemática pasa por el uso instrumental que le dan a la
obra de Hernández en un momento de crisis por aquellos años.
Lo abstracto del ser nacional
Arregui parte de la formación de conciencia nacional, la comprensión
del nacionalismo, a la cual definió como la identidad de las organizaciones
libres del pueblo capaz de construir por si mismos un proyecto político,
social, económico y cultural independiente, mirándolo desde una acción
defensiva provocado por el imperialismo “la
conciencia nacional es la lucha del pueblo argentino por su liberación”.
Para este autor, el ser
nacional se encarna en una "Comunidad establecida en un ámbito
geográfico y económico, jurídicamente organizada en nación, unida por la misma
lengua, un pasado común, instituciones históricas, creencias y tradiciones
también comunes conservadas en la memoria del pueblo, y amuralladas, tales
representaciones colectivas, en sus clases no ligadas al imperialismo, en una
actitud de defensa ante embates internos y externos, que en tanto disposición
revolucionaria de las masas oprimidas se manifiesta como conciencia
antiimperialista, como voluntad de destino". Si el ser
nacional es este conjunto de factores reales recién enunciados, entonces es
obligatorio buscar sus orígenes en la Historia. (Arregui, 1963)
Este ser nacional es el
soporte de lo político, lo económico y lo social mediante la cual nuestra
identidad debe servir para reinstalar los valores nacionales frente a la
globalización y la penetración, hacer frente al neoliberalismo, todos estos pertenecientes
al imperialismo capitalista, en otras palabras el enfrentamiento de la América
latina con Inglaterra y Estados Unidos, la conciencia de las masas frente a la
cuestión nacional e iberoamericana.
¿Qué es el ser nacional?
"Cuando un concepto es manejado
por corrientes ideológicas contrapuestas, el mismo es una metáfora o uno de
esos recursos abusivos del lenguaje, que más que una descripción rigurosa del
objeto mentado, tiende a expresar un sentimiento confuso de la realidad”.
La patria es el primer concepto que aparece cuando Arregui intenta desarrollar
la idea del ser nacional. Y la
patria se tiene como una categoría histórico temporal experimentada como la
posesión en común de una herencia de recuerdos. No es sólo un sentimiento
primario y genérico es un concepto poliédrico. Una categoría histórica. Por
ende, en el mundo de lo histórico, de la acción que interpela al tiempo, el ser
nacional empieza a desplegarse ante nosotros, no como algo literario, sino como
actividad social viviente y desgarrada, a la vez, experiencia individual y
conciencia colectiva de un destino.
Continúa por el camino deductivo que ha elegido
para argumentar sobre la construcción del ser nacional. La
comunidad como unidad de cohesión colectiva más pequeña, es el concepto con el
que trata de hacer inteligible su ambigüedad. La lengua aparece, entonces, como
nexo de la interacción humana y principal factor de desintegración y de
cohesión nacional a la vez.
La lengua define y diferencia las identidades.
Así, el lunfardo como condensación de otros lenguajes, síntesis de la cultura
criollista del suburbio porteño, del desarraigo nostálgico del inmigrante y del
migrante del interior hacia las fábricas, se erige en el lenguaje o la
identidad más próxima a la esencia del “ser nacional”.
El concepto de comunidad con todos sus elementos
formativos se subsume en uno más compresivo: la Nación. La argumentación
organicista con la que describe la integración de partes que se subsumen en una
mayor, la nación, choca con un concepto que se le opone o se le resiste, el de
clase social. El concepto de nación, pueblo o comunidad nacional, subsume a las
clases en una unidad.
La argumentación marxista que Arregui pretende,
le impide integrar fácilmente a la clase. La pretensión de unificar las ideas
de clase, de lucha y la de nación o de pueblo, deriva en la ideología del
peronismo de izquierda, que necesariamente se apoya en esta tensión y que
ineludiblemente conduce a una separación entre la
izquierda peronista y la izquierda no peronista en los años setenta.
Por eso es el organicismo el modo con el que Arregui
argumenta que el todo como ser nacional múltiple emerge de la lucha y a la vez
contiene la tensión entre las clases.
El ser
nacional es el proceso de la interacción humana, surgido de un suelo y de un
devenir histórico, es el que pugna por cimentarse sobre las oposiciones de las clases
sociales que luchan por el poder político. No es uno sino múltiple.
Pero también dota de sentido a su historia a
través de una argumentación mecanicista o metonímica, cuya representación de la
lucha es una contradicción que finalmente se resuelve a través de la conquista del
ser nacional. En las crisis de una nación cada clase concebirá la realidad
nacional desde perspectivas diferentes. El ser nacional emerge ahora, como
comunidad escindida, en desarrollo y en discordia, como proceso en movimiento,
no como paz sino como guerra.
El imperialismo es el principio separador de las
aspiraciones de clase. Su acción separa a éstas en la defensa de un destino
común opuesto, y en esa separación profunda, se halla el ser nacional
desgarrado. Por eso, en la conciencia de la dominación se encuentra también el
origen de la libertad así como del desgarro.
El ser nacional es una comunidad de creencias y
tradiciones conservadas en la memoria del pueblo, y amuralladas en sus clases
no ligadas al imperialismo, que en tanto disposición revolucionaria de las
masas oprimidas se manifiesta como conciencia antiimperialista.
Se expresa así el triunfo romántico de la
conciencia antiimperialista, de la herencia común de recuerdos como imagen de
una sola España, en rebeldía contra el dominio de la razón y la técnica, y de
una sola América. La cultura hispanoamericana concebida como lo original o
autóctono, ligazón germinal con la tierra, es la que identifica al ser nacional
y está en las masas rurales y en el suburbio fabril que persiste frente la ciudad
colonizada. En esa cultura que resiste al progreso moderno, se asienta el
origen del peronismo como época
triunfal de la conciencia histórica o emergencia del ser nacional.
En
conclusión, Lugones hace un uso instrumental de la lectura del Martin Fierro,
por ende del gaucho para introducirla en la problemática de la nacionalidad que
está en crisis en aquellos días.
No
podemos concebir la idea de que el Martin Fierro era una obra menor destinado a
las clases bajas, para luego ser descubierta por escritores de la elite en la
generación de Lugones, considerándolo una obra épica y como la única verdad
como lo fue el cid para los españoles, siendo esta la expresión heroica de una
raza.
Ahora,
debemos pensar en que las ideas y los sentimientos patrióticos han cambiado con
las transformaciones que ha vivido el país. Tenemos que tener en cuenta que por
nuestras venas corre más sangre de inmigrantes que de origen gaucho o indígena,
grupos sociales que han sido perseguidos y exterminados.
Sabemos
que el gaucho de Sarmiento ha sido inventado con un fin político al igual que
el gaucho de Hernández por ende el de Lugones que no refleja la verdadera
cultura Argentina y por ende el verdadero mito de ser nacional. Más bien está condicionado
a la forma de las clases dominantes con tintes extranjeras y una organización
económica que busca súbditos para someter.
Arregui
se aleja de esta visión proponiendo romper con lo ajeno y exterior y mirar
hacia adentro para encontrar al verdadero ser nacional y latinoamericano, mirar
la realidad con nuestros propios ojos y nuestros propios intereses para
hacernos cargos de lo nuestro y salir de esta conciencia falsa que impone la
oligarquía.
Bibliografía
- Sarmiento, 1845 – Facundo Copyright
www.elaleph.com - documento ha sido descargado de http://www.educ.ar
-
Lugones, 1916 – El Payador
- Hernandez Arregui - 1963 - Sobre El Concepto De «Ser Nacional»
No hay comentarios.:
Publicar un comentario