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miércoles, 6 de julio de 2016

SEMINARIO DE TRANSFORMACIONES CULTURALES - CONSTRUCCION IDENTITARIA - VISIONADO PELICULA “La juventud” (‘Youth’, Paolo Sorrentino, 2015) - CONTINUIDADES Y DESCONTINUIDADES GENERACIONALES TP2

2016 - Consigna trabajo práctico N° 2


1- Reflexionar críticamente en torno a los procesos de construcción identitaria de los sujetos jóvenes en la actualidad (prácticas juveniles, modos de narrarse y escenarios para la construcción de identidades) articulando la bibliografía propuesta por la cátedra y el visionado de la Película: “La juventud” (‘Youth’, Paolo Sorrentino, 2015). 2- Analizar en clave de transformaciones culturales respecto de la matriz moderna qué es la juventud en el mundo contemporáneo, el tiempo, el deseo, los cánones de belleza, el consumo y apropiación de medios y productos culturales, las relaciones, los vínculos, qué sucede con el "cuerpo viejo", cómo transitan y habitan el mundo los jóvenes, la dimensión de tiempo y transformaciones culturales a las que asisten los protagonistas.
3- Establecer los principales ejes desde los cuales es posible pensar las continuidades y discontinuidades generacionales.

BIBLIOGRAFÌA
-M.Mead “Cultura y Compromiso” Cap 1 y 2.
-Reguillo R. “Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto”
Cap 1.
-Mariana Chaves “Biopolítica de los cuerpos jóvenes”
- Mariana Chaves “Investigaciones sobre juventudes en la Argentina: estado del arte en ciencias sociales 1983-2006” (hasta pagina 15)
-Heler M. “Individuo. Persistencia de una idea moderna” Cap 7
-Laclau E. “Politics and the limits of Modernity”
-Huergo J. “Hegemonía: un concepto clave para comprender la comunicación”.
-Gimenez G “Nociones para pensar una teoría de las identidades sociales”
-Bauman Z. “Modernidad Líquida” Introducción y Cap “Individualidad”

UNLP-FACULTAD DE PERIODISMO Y COMUNICACIÓN SOCIAL
SEMINARIO DE TRANSFORMACIONES CULTURALES
Alumnos: ELISA CORZO - CARLOS VAZQUEZ
Trabajo práctico N° 2
1- Reflexionar críticamente en torno a los procesos de construcción identitaria de los sujetos jóvenes en la actualidad (prácticas juveniles, modos de narrarse y escenarios para la construcción de identidades) articulando la bibliografía propuesta por la cátedra y el visionado de la Película: “La juventud” (‘Youth’, Paolo Sorrentino, 2015).
La película “Youth”, del director italiano Paolo Sorrentino, sigue un período de vacaciones de artistas y famosos de renombre, aparentemente con vidas muy cerradas en sus micros círculos vinculares, que se alojan en un exclusivo hotel en los Alpes suizos. Los personajes centrales son Fred, un director de orquesta retirado y Mick, un director de cine que se encuentra componiendo su última obra, a la que caracteriza como su testamento.
Se torna difícil la articulación de esas historias narradas en la película con los autores propuestos como bibliografía, dado que estos estudian procesos desde miradas críticas y -muchas- desde Latinoamérica, y piensan cómo los jóvenes construyen sus identidades tras la crisis de las instituciones modernas, tomando como un polo de identidad fuerte las prácticas culturales, de forma colectiva y ensayando nuevos modos de narrar y narrarse, en especial a partir de las nuevas tecnologías -tal como desarrolla Susana Martins. Sin embargo, el film posibilita analizar ciertos aspectos de las identidades, en su relación constitutiva con la mirada de otros adultos. Así, más que sobre la constitución identitaria de la juventud, el film aborda cómo dos hombres de tercera edad ven a la juventud, su relación con los adultos jóvenes, y cómo ellos dos recuerdan sus juventudes.
Por su parte, la película que se llama “juventud” mientras tiene como protagonistas a dos ancianos. Esto genera una ruptura así como preguntas, en línea con lo que señalan autores como Susana Martins o Gilberto Giménez, sobre correrse de una categorización biologicista de la juventud. Así, ya la película como la propuesta de los autores es provocadora y desafiante para pensar esa categoría que ha tomado tanta trascendencia tras su emergencia, en especial a partir de la segunda mitad del siglo XX, tal como veremos en mayor profundidad en el punto 2.
Rossana Reguillo propone mirar a las juventudes, no como categoría determinada por la edad, sino a partir del concepto de “culturas juveniles”, constituidas en la vinculación con distintas y dinámicas adscripciones identitarias. En su análisis, las grupalidades emergen como polo identitario de gran peso. En esta misma línea, pero ahondando más en el concepto de identidades, Gilberto Giménez propone pensar la identidad como una categoría relacional e intersubjetiva: a diferencia de los objetos, para distinguirse, las personas deben ser “reconocidas por los demás”. La identidad, para Giménez, se constituye en la confrontación con otras identidades (sociales), por ello implican lucha y contradicción. En este sentido, la película aporta ciertos diálogos que dan cuenta de cómo dos hombres mayores miran desde el prejuicio a los jóvenes.
En un diálogo con el actor, Fred se sorprende cuando este le comenta que leyó a cierto autor. Entonces cuando el actor se lo señala se disculpa “perdón, soy un viejo prejuicioso”.
Cuando el marido de Lana, hija de Fred, la deja por otra mujer inmediatamente Fred y Mick asumen que la nueva amante tiene 18 años y que es una puta.
Algo que se repite en la película es esa mirada machista y adultocéntrica, y una reivindicación de la belleza joven de las mujeres de corta edad pero desde un posicionamiento patriarcal, que las pone en lugares de objeto de contemplación para su placer. Esto sucede en el caso de la ganadora de certamen de Miss Universo, que se aloja en el hotel.
Miss Universo, sin embargo, pone en tensión ese prejuicio de ser joven-mujer-bella-tonta cuando, en diálogo con el actor, se empodera y lo deja en evidencia de que él la estaba prejuzgando por haber ganado ese concurso, que para ese séquito de artistas, era banal.
Ese par belleza/juventud se repite en el film. Un ejemplo es la aparición de la diva de Hollywood, Brenda Morel, quien le dice a Mick que la película que está haciendo es mala y a quien Mick en su película la caracteriza como una diva en su ocaso, debido a su envejecimiento y consecuente deterioro físico.
Ese diálogo, es clave en “Youth”, por otra parte, debido a que da cuenta de cómo Mick se concibe y cómo concibe a la vejez. Él se ve interpelado por la mirada que Brenda tiene sobre él: que ya su tiempo pasó, que se tiene que retirar y dejar de hacer películas para no arruinar los trabajos exitosos de su juventud. Esto mismo se observa en el personaje de Maradona, el dios del fútbol devenido en su retiro en un ser que es una carga, porque debe ser literalmente llevado o asistido para trasladarse o respirar.
El amor, la belleza, el éxito, la creación, el futuro y el presente son, para los protagonistas, cuestiones para las que ya están viejos, de las que se deben retirar. Su único lugar o posición de pertenencia parece ser el conocimiento y el recuerdo:
Mirando dormir  a sus jóvenes asistentes, Mick le dice a Fred:
-Mira qué hermosos son
-Hermosos
-Si vieras lo movido que es verlos hacer un guión. Son tan apasionados. Y esos dos se están enamorando.
-¿Cómo sabes?
- Se todo sobre el amor
-Enséñame
-Ya es tarde.
En una expedición, Mick le indica a la guionista que mire las montañas por un visor-telescopio. La joven dice, sobre la primera, “parece cerca”, a lo que Mick responde “eso pasa cuando sos joven, ves el futuro y lo ves cerca”. Luego, le señala otra montaña y la chica dice “la veo lejos”, a lo que el director responde que “así vemos los viejos el pasado, que está lejos”.
El lugar del saber reservado para los ancianos también se ve en el diálogo de Fred con el niño que toca el violín. Fred le da un consejo, que luego es reconocido por el niño, quien se acerca para decirle que a partir de su indicación había mejorado.
2- Analizar en clave de transformaciones culturales respecto de la matriz moderna qué es la juventud en el mundo contemporáneo, el tiempo, el deseo, los cánones de belleza, el consumo y apropiación de medios y productos culturales, las relaciones, los vínculos, qué sucede con el "cuerpo viejo", cómo transitan y habitan el mundo los jóvenes, la dimensión de tiempo y transformaciones culturales a las que asisten los protagonistas.


Refiriéndose a los cambios que operan en las subjetividades entre la modernidad y la posmodernidad, Zygmunt Bauman aborda las transformaciones de los modos de intercambio que facilita las sociedades de la información a los jóvenes, hablando de flujos simultáneos y cada vez más veloces. En cuanto a los lazos sociales hablamos de licuefacción, el compromiso que antes significaba mantener lazos sociales duraderos con objetivos comunitarios y ahora más individualista y despegado de esos valores. Un sujeto que todo el tiempo debe estar a disponibilidad y adaptabilidad a las lógicas del mercado, implicando su flexibilidad, condicionado por la incertidumbre laboral muy diferente a la matriz moderna donde estos ejes eran más previsibles y duraderos manteniendo estables la relación tiempo-espacio.
Es importante como Bauman entiende a las identidades, como estas se formatean, como consumidores  y productos a ser consumidos. Esta dimensión laboral  de ser flexibles, la necesidad de adaptarse a los cambios constantes, la incertidumbre. Como las generaciones anteriores pensaban en el ascenso social desde el estudio, la universidad, a un mundo actual que exige ciertas especificidades, tecnicidades, usos y apropiaciones que no se encuentran en estos centros de estudios, es decir, escapan de las necesidades actuales de los jóvenes. Una actualidad, otra coyuntura donde los jóvenes están buscando otras formas de ascenso laboral que se ven en ejemplos concretos, siempre aprovechando un mundo atravesado por la instantaneidad de las nuevas tecnologías en un mundo globalizado. Existen muchos ejemplos concretos de estas nuevas formas de pensar el futuro, con jóvenes empresarios, famosos y exitosos que se han constituido a sí mismos, donde ellos mismos son los productos a ser consumidos y ellos mismos se producen, lógicas importantes de cómo se constituyen las nuevas generaciones de jóvenes.
Desde Mariana Cháves podemos hablar de la juventud, como un concepto polémico, en términos de debates epistemológicos que llevan a una cierta ruptura de los campos del saber en tanto conocimientos estancos, que no se tocan entre sí. Así, la autora revisa y relee el concepto de juventudes en claves de interdisciplinariedad, analizando un  cambio paradigmático con respecto a este estatuto que se produce a partir de la década de los 60” con la revolución juvenil, el repudio al estatus quo, adultocrático. Estas revueltas de jóvenes venían a decir algo, señala Chávez, ya que levantaban consignas como “prohibido prohibir”, en clara referencia a una crisis institucional como corolario de esa revolución. Emergía una necesidad  de decir, “aquí estamos los jóvenes” y hacer escuchar sus voces, lo que pensaban sobre los acontecimientos mundiales como lugares donde se empieza a pensar la juventud.
Chaves, en esta reconstrucción con perspectiva histórica de la categoría de juventud e identidades juveniles, recupera a Rossana Reguillo, quien realiza este trabajo, a su vez, observando las transformaciones en clave de adscripciones identitarias.
La autora mexicana analiza cómo las instituciones modernas imponían una fijeza identitaria a los jóvenes, o bien les negaban como tales, al ubicarlos como estudiantes o trabajadores, entre otros. Esas instituciones veían a la juventud como una etapa de transición hacia un futuro en que, de acuerdo a sus competencias, iban a convertirse en los sujetos que reproducirían el sistema. Esta visión, por supuesto, dejaba -y deja- a la juventud en una posición pasiva en cuanto a su rol en lo público.
Sin embargo, la crisis de las instituciones modernas no supone linealmente una liberación de sujetos, sino que, siguiendo a los autores, deja a los sujetos sin ese marco de referencia y pertenencia. A partir de la segunda mitad del siglo XX, la emergencia de las industrias culturales dinamiza y deja ver nuevos procesos de constitución identitaria. Es en la posguerra donde diversos autores sitúan la “invención” de la juventud como categoría. En esta época, las prácticas culturales se tornan polos fuertes de identidad.  
Con el correr de los años se habla de cambios en categorías que tienen implicancia en la vida de los jóvenes, como la educación, participación política y en la última parte constituidos por lógicas de consumos culturales dentro de una lógica de mercado predominantes.
Reguillo dice que lo que se observa, en la etapa neoliberal, es a “juventudes internacionalizadas”, que se ven espectacularizadas en los medios de comunicación. Ante ellos, sin embargo, hay resistencias: construyen grupalidades y movimientos, a partir de adscripciones identitarias a ciertos consumos y realización de prácticas culturales, que reinventan los localismos, en el marco de un mundo globalizado. La mirada de Reguillo es crítica, en tanto permite trascender la mirada prejuiciosa sobre los jóvenes y sus prácticas, para alguno consumista, individualista, apolítico. Es decir, ella politiza esas prácticas, a las que considera como formas de reapropiarse del espacio público. Ella sostiene que estas permiten a la juventud posicionarse como agentes sociales, es decir, como sujetos activos en la arena pública y política, con especificidades propias de esas prácticas y grupalidades.
En este sentido, también es interesante el aporte de Susana Martins, quien analiza la vinculación de los jóvenes con las nuevas tecnologías. Ella sostiene que en estas, en redes sociales, blogs, etcétera, las juventudes encuentran un espacio donde narrarse.
El contexto neoliberal también es aquel en el que empiezan a aparecer la idea de “ser joven” como sinónimo de  “problema social”, donde se los empieza a estigmatizar y a darse una descripción de los jóvenes, que ni estudian, ni trabajan, ni nada, los que charlamos en clase como jóvenes ni, ni...la juventud problemática, el inadaptado, apareciendo después un mercado orientado para estos, reconociéndolos como consumidores potenciales.
Resumiendo, podemos hablar de desplazamientos, desde los años 60” donde existen claros dispositivos de control de las juventudes y sus revueltas, esta idea de una  juventud subversiva a una lógica de mercado que impregna subjetividades políticas hablando de consumos culturales desde medios masivos de comunicación. Dentro de los consumos culturales podemos pensar en el Rock como en una dimensión de las construcciones juveniles, hablando de ese consumo, esa identificación con el rock, desde sus modos  de mirar el mundo, esta cuestión de consumo cultural más allá de una práctica  tiene que ver, cómo reviste estas operaciones  de sentidos respecto a las identidades y no solo de consumo.
A propósito de este este eje, y aprovechando la mediatización del tema, destapado a partir de una serie de denuncias de mujeres jóvenes y niñas por abusos sexuales que involucran a rockeros, surge como pregunta la cuestión de la idealización de lo masculino que se representa dentro del rock. En los medios masivos de comunicación, aparecen cánones de masculinidad, de belleza o de mujer, donde las lógicas disciplinarias y de control están atravesadas por el mercado. Esto, a su vez, tiene su correlato en procesos políticos y culturales, en las configuraciones y preconfiguraciones de las identidades justamente porque hay modelos de identificación: de amor, de éxito, entre otras. Esos discursos se constituyen como un condicionante en los jóvenes, como modelos que los interpelan.
Esto sucede, como señalaba Rossana Reguillo, en una coyuntura social y política que evidencia  el abandono de las instituciones: la crisis de la familia, la iglesia, escuela, el desempleo juvenil. En el marco de los corrimientos de esas referencialidades modernas, de esas instituciones que fijaban y solidifican identidades -aludiendo a Bauman- podemos preguntarnos ¿dónde ponen los jóvenes sus deseos, sus posibilidades de cambio, sus imaginarios de futuro?
Es importante situarnos no sólo en el plano de transformaciones culturales, de modernidad en crisis, viendo solo lo contextual sino también lo coyuntural actual, poder ver un debilitamiento del lazo social, una fragmentación de los modos de organización colectivos, que afecta a las familias, las instituciones y también a los jóvenes. Esto también nos tendría que servir para reflexionar críticamente como sujetos que viven esta actualidad y sobre todo como comunicadores/educadores para tratar de definir y comprender este eje de juventudes y las circunstancias que atraviesan sus identidades, como la conforman. Entender consumos culturales es clave al igual que  las crisis de la instituciones, esa idea de familia como núcleo de la sociedad y sus corrimientos hacia familias ensambladas y roles distintos tanto sea de la mujer, más protagonistas y de los jóvenes, más autónomos, más fluidos y muy cambiantes, regidas por el consumo, poder analizar además los valores que la juventud asume, el valor del compromiso, que ya no implica responsabilidad u obligaciones. Preguntarnos, a qué dedicar nuestro esfuerzo y compromiso, nuestra energía en pos a qué valores, de un “deber ser” o una “resistencia”.
                   
3- Establecer los principales ejes desde los cuales es posible pensar las continuidades y discontinuidades generacionales.


Para hablar de continuidades y discontinuidades podemos retomar a Zygmunt Bauman, quien se refiere al paso de la modernidad sólida a una nueva etapa de la modernidad líquida, que trajo consigo muchos cambios radicales en la condición humana en nuestra actualidad. Es importante rescatar la característica de licuefacción de los viejos sólidos que permanecían al paso del tiempo y el espacio en la historia de la humanidad, que eran procurados para durar toda la vida, logrando con esto un poder estable de los sectores dominantes. Ahora esa continuidad pasó a lógicas económicas en el plano mundial, globalización, donde el poder se ha concentrado en muy pocos sectores quienes dominan a la gran mayoría con cierta autonomía, con acciones se basan en una supuesta libertad de elecciones, pero que en realidad no son así.
Entonces es bueno reflexionar que en esta sociedad líquida ya nada es para siempre y duradero, por lo contrario todo fluye y cambia permanentemente, sobre todo los ejes desde donde anteriormente pensábamos nuestras continuidades y donde los sujetos son exigidos a ser parte de ese cambio permanente. Aquí es factible hablar de individualidad, donde el rol principal dentro de la sociedad es el de ser consumidores dentro de una lógica de mercado, perdiendo otras formas de identidad que tenían al sujeto como centro, al igual que la familia o la escuela. Ahora el mercado nos ofrece muchas posibilidades solo para consumir, identificándonos con otros valores muy distintos a la de nuestros padres o mayores y marcando la discontinuidad generacional con el uso de productos masivos de consumo para ser alguien, en esta nueva actualidad de las identidades de los jóvenes.
En este aspecto, los  ejes del tiempo y espacio también han marcado una discontinuidad generacional, donde Bauman habla de instantaneidad, esta posibilidad de estar en todos lados al mismo tiempo, facilitado por el uso de nuevas tecnologías y redes informáticas. Anteriormente  las generaciones de la modernidad pesada el territorio fue fundamental, fue una era de grandes fábricas, de máquinas que ocupaban espacios inmensos y donde la mano de obra era estática en el sentido en el que una persona trabajaba en una fábrica y terminaba su vida laboral allí; por otro lado, la modernidad liviana dejó a un lado el territorio estable para centrarse en el software donde lo que importa es la movilidad, la capacidad de hacer cosas cada vez más rápido, llegar a lugares apartados con mayor velocidad, estar en un sitio en el momento que sea y cuando sea lo que le fue quitando preponderancia a la territorialidad.
Pensar en esto implica reflexionar sobre lo que provoca esta aceleración en las generaciones actuales, esta instantaneidad que también se puede notar en las emociones y sentimientos fugaces de los sujetos, donde el consumo satisface momentáneamente las necesidades creadas por el propio mercado para luego convertirse en un vacío que inmediatamente se trasladó hacia el consumo dejando de lado cualquier compromiso o responsabilidad. Por eso el ser humano se ha vuelto vacío, el consumo es el único interés del individuo, comprar para satisfacer necesidades creadas por el mercado, ser feliz por un segundo, volver al vacío e ir a comprar nuevamente.
Margaret Mead trabaja cómo se fueron dando los modelos de aprendizaje cultural a lo largo de la historia. Esa descripción posibilita hacer un rastreo de algunas claves que explican la actual crisis del paradigma educativo de los jóvenes fundado en la modernidad.
La escuela moderna planteaba formar sujetos para la producción y reproducción capitalista. Los jóvenes eran concebidos como recipientes vacíos a los que había que llenar mediante la trasmisión de conocimiento, entendido como contenido, información descontextualizada. La escuela tomaba como principal sujeto de la educación al niño y al joven partiendo de que la trasmisión cultural era generacional.
Sin embargo, la tecnologización de las sociedades fue produciendo cambios que ponen en jaque esa concepción del docente y del alumno, es decir, a ese modelo de aprendizaje cultural.
El nuevo modelo, que Mead conceptualiza como “prefigurativo”, ocurre ante la emergencia de sujetos de la educación que ya no son los mismos. Son los niños y jóvenes los que tienen las competencias tecnológicas, el saber considerado valioso en esta etapa del desarrollo capitalista. En ese marco, la autora plantea la pregunta por el rol del adulto en una relación de aprendizaje cultural. Y afirma que ese rol debe ser el de “guía”, para facilitar claves sobre “cómo conocer”.
Dentro de las continuidades y discontinuidades pueden articularse con las categorías que propone la autora para analizar los diferentes tipos de culturas. Estas serían las postfigurativas, en la que los niños aprenden primordialmente de sus mayores; cofigurativas, en la que tanto los niños como los adultos aprenden de sus pares, y prefigurativas, en la que los adultos también aprenden de los niños.
Estas categorías entran en juego en todas las culturas y van a marcar una marcada diferencia según cual sea el entorno del sujeto. Sería imposible pensarlas por separado. En comparación, las postfigurativas pueden pensarse como conservación y las cofigurativas como transformación. Hay una interrelación entre lo que se aprende sobre cosas viejas de sus padres y cosas nuevas de sus pares.

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